Resulta inevitable que una teoría populista, centrada en la construcción de identidades colectivas, se enfrente a la psicología social. Esta disciplina otorga una importancia crucial a la identificación entre los miembros de la masa y su relación con el líder o los dirigentes de los grupos sociales.
El populismo frente a la psicología social que denigra a las masas
En la primera parte de «La razón populista», Ernesto Laclau examina el pensamiento de los primeros teóricos de la psicología social, como Tarde, considerado precursor, y Le Bon y McDougall, quienes sentaron las bases de esta disciplina.
Esta sección lleva por título «La denigración de las masas» debido a que la psicología social se desarrolló en un contexto liberal y positivista. En este, se tendía a destacar la superioridad de las cualidades individuales sobre las de los grupos sociales. No obstante, la obra de Freud, «Psicología de las masas y análisis del yo», invierte esta perspectiva y representa, según Laclau, el avance más radical dentro de esta corriente científica.
La psicología social, que veía el fenómeno de las masas como una manifestación patológica, se encontraba muy distante del pensamiento socialista. El cual estaba menos interesado en el contagio de las masas y más centrado en la solidaridad del colectivismo.
Sin embargo, es importante señalar que también hubo autores dentro del socialismo, como el argentino José Ingenieros, que adoptaron un enfoque tan positivista y crítico hacia las masas como los mencionados anteriormente.
Uno de los aspectos fundamentales del análisis de estos autores, especialmente notable en Gustave Le Bon, es el fenómeno de la sugestión. Según el autor francés, las masas son impulsadas por el poder sugestionador o hipnotizador que se genera a través de ciertas palabras utilizadas por líderes y demagogos. Términos como democracia, socialismo, igualdad y libertad evocan imágenes cautivadoras.
Los demagogos y líderes de grupos sociales emplean diversos recursos retóricos para lograr que las palabras evocadas adquieran significados alejados de su verdadero sentido y así influir en las multitudes.
Entre estos recursos destacan la afirmación de ideas «libres de todo razonamiento y prueba», la repetición que establece hábitos sociales en contraposición a la deliberación racional.
Sugestión, libido e identificación
Para la empresa populista de Laclau, es fundamental resaltar que la obra de Freud en «La interpretación de los sueños» no contradice la psicología social de Le Bon. En la segunda parte de su libro, específicamente en la sección sobre los afectos, Laclau menciona que, en relación al psicoanálisis, no se trata de meras homologías casuales o externas, sino de un descubrimiento común que se origina desde dos perspectivas distintas, lo cual está relacionado con la propia estructura de la objetividad. Por lo tanto, Laclau sostiene que la lógica del objeto A y la lógica hegemónica no son simplemente similares, sino idénticas.
A diferencia de la psicología social de sus predecesores, que se enfoca en la sugestión, Freud sostiene que la libido y los afectos son los que explican el vínculo social y la identidad colectiva. Solo a través de lo social y la formación de grupos. Comenzando por la familia más básica, es posible limitar o suspender de manera permanente el narcisismo.
La mera comunidad de intereses no es suficiente para lograr una limitación duradera del egoísmo. El vínculo emocional que se establece entre los miembros del grupo en las masas debe ser similar a un enamoramiento. Es decir, debe involucrar el amor hacia el otro, hacia un objeto que no sea uno mismo.
Para Freud
En el desarrollo de la humanidad y del individuo, el elemento libidinoso es el factor principal, posiblemente el único, de la civilización. Ya que permite la transición del egoísmo hacia el altruismo.
Reflexionar acerca del vínculo emocional con otra persona implica tener en cuenta las identificaciones que Freud describe. El psicoanalista identifica tres tipos de manifestaciones. La primera ocurre durante las primeras etapas de desarrollo, cuando el niño anhela ser como su padre y reemplazarlo en todos los aspectos.
Posteriormente, se identifica con la madre como objeto de sus instintos libidinosos, en un proceso regresivo que convierte al objeto en una sustitución del vínculo libidinoso. Esta identificación se logra mediante la incorporación del objeto en el yo.
En tercer lugar, la identificación puede surgir cuando el individuo descubre una característica compartida con otra persona que no es objeto de sus impulsos sexuales. Esta tercera identificación implica compartir una cualidad con otra persona que no está relacionada con las pulsiones sexuales y se produce al establecer un vínculo entre los miembros del grupo social.
Tiranía y sugestión en el arte de masas de la república de Weimar
Después de la obra de Freud, algunos artistas en la República de Weimar abordan las problemáticas políticas contemporáneas de manera similar a la psicología social y la teoría de la sugestión colectiva.
Estos artistas se centran especialmente en la conexión establecida por los psicólogos sociales, en particular Freud, entre las formaciones de masas y la Hipnosis. Su preocupación principal radica en una sociedad donde los individuos son arrastrados sugestivamente hacia actividades que van en contra de sus propios intereses.
Laclau, sin duda, afirmaría que en aquel momento se estaba criticando principalmente los efectos patológicos de un populismo despótico, muy diferente a lo propuesto en su libro «El libro de Laclau». Los artistas de la República de Weimar se destacan en este análisis crítico que vincula la Hipnosis y la psicología de las masas.
Uno de ellos es Fritz Lang, un director de cine vienés de origen judío, quien aparentemente fue un lector temprano de Freud. En la década de 1920, Lang realiza una película sobre un fascinante criminal que también es psicoanalista e hipnotizador. Posteriormente, metafóricamente, con la ayuda del mismo personaje, condena el triunfo del nazismo en su película sonora «Das Testament des Dr. Mabuse».
Otro artista que utiliza la Hipnosis para criticar el despotismo contemporáneo es Thomas Mann. Quien escribe en 1924 y publica al año siguiente la novela corta «Mario y el mago», protagonizada por el mago e hipnotizador Cipolla. Aunque en este contexto nos centraremos principalmente en la obra de Lang. Que critica a las masas desde el cine, considerado en la década de 1920 como el arte más efectivo para hipnotizar y sugerir a las masas.
El caudillo democrático a la luz de la razón populista
El pensamiento populista de Laclau es significativamente diferente al enfoque de los artistas contemporáneos de Freud. Quienes utilizan la Hipnosis para criticar a las masas seducidas por ideologías criminales de nuevos tiranos. Estos líderes despóticos prometen falsos consuelos a sus pueblos para superar situaciones críticas actuales.
Lang y Mann parecen seguir a Freud al transmitir, a través de la sugestión, la atmósfera inquietante de una época en la que parecía que las naciones europeas estaban preparadas para una regresión y la aparición de un nuevo y tiránico líder de masas. Sin embargo, estos aspectos son secundarios en el análisis de Laclau en su obra «La razón populista». Donde su interés se centra en la construcción de un pueblo a partir de una crisis, con una concepción más democrática de la autoridad.
Por esta razón, Laclau insiste en que Freud, al comienzo del penúltimo capítulo de «Psicología de las masas», presenta una fase del yo que sugiere alternativas sociales sin las implicaciones autoritarias de los capítulos anteriores. En particular, se refiere a la parte donde se menciona que no siempre se produce en los grupos sociales la sustitución del ideal del yo individual por el ideal de la masa personificado en el líder carismático.
El padre psicoanalisis
Laclau utiliza la figura del padre del psicoanálisis como base para reflexionar acerca de un caudillo. Este, al compartir características con los miembros del grupo, ya no es un líder despótico y narcisista. Al encontrarse dividido entre ser un padre primus inter pares (primero entre iguales) y un hermano, asume responsabilidad frente a la comunidad.
En este sentido, el filósofo reconoce la cercanía con la combinación peculiar de consenso y coerción que Gramsci denomina hegemonía. En las páginas de «La razón populista» dedicadas a Freud, se aborda uno de los aspectos centrales del pensamiento de Laclau:
El caudillo populista actúa como un representante democrático.
Reflexionar sobre este caudillo, cuya legitimidad surge de la identificación mutua y la homogeneidad entre los miembros del grupo social y el líder, implica considerar el problema de la representación en los gobiernos populistas.
Con relación a este tema, la última parte del artículo se enfoca en demostrar que se pueden aplicar tanto el concepto de representación existencial de Voegelin como el de democracia de Schmitt a dichos gobiernos populistas. Laclau deja en claro en sus escritos que la representación populista prevalece en situaciones excepcionales o de necesidad.
Durante momentos críticos caracterizados por la desorganización, emergen gobiernos populistas que imponen una nueva hegemonía capaz de establecer políticas emancipadoras.